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Principal > Columnas > Deportes > Semana del 2 al 8 de junio de 2003

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La espera valió la pena.

Por: Juan Diego Prieto Sanabria.

Juan Pablo Montoya en el Gran Premio de Mónaco

Faltaban 20 minutos para las tres de la tarde del domingo primero de junio en Montecarlo, capital del Principado de Mónaco. La típica imagen de los lujosos yates en la bahía mediterránea acompañaba las tribunas llenas y el tradicional ruido de motores en la legendaria curva Rascasse.

Era la última vuelta del Gran Premio de Mónaco de Fórmula 1. En las tribunas se agitaban unas cuantas banderas amarillas, azules y rojas, y Juan Pablo Montoya estaba en la punta de la competencia. A menos de un segundo lo seguía el finlandés Kimi Raikkonen, y un poco más atrás venía el Ferrari del campeón alemán Michael Schumacher.
 

Después de atravesar el primer sector del circuito, el carro azul y blanco del piloto colombiano entró al famoso túnel con el McLaren de Raikkonen pegado al alerón trasero de su carro. Salieron del túnel y ahí estaba de nuevo el paisaje de los yates. Sólo faltaban unas pocas curvas para llegar a la meta.

Finalmente llegaron de nuevo a Rascasse —la última curva del trazado—. Y entonces pudimos dejar de sudar los colombianos: Montoya cruzó la meta y vio la bandera a cuadros en primer lugar. El colombiano agitó el puño dentro de su carro, y al regresar a la recta principal se bajó del carro a abrazar a los miembros de su equipo y a su esposa. Poco después se encontraba en el escalón más alto del podio, recibiendo el trofeo de manos del Príncipe Alberto de Mónaco, escuchando el Himno Nacional de Colombia y celebrando con champaña su victoria.

Hacía más de un año y medio que no veíamos a Montoya celebrando un triunfo en la Fórmula 1. La victoria en el autódromo de Monza, con ocasión del Gran Premio de Italia, el 16 de septiembre de 2001, fue el primer triunfo del colombiano en la máxima categoría del automovilismo deportivo, y hasta el pasado domingo había sido el único.

Montoya ya había estado cerca de alcanzar su segunda victoria en varias ocasiones, pero siempre se le escapó por una u otra razón. En Colombia algunos ya decían que al joven piloto ya se le había "acabado su cuarto de hora" y, como siempre, siguieron tildándolo de prepotente y criticándole su costumbre de decir antes de cada carrera que la victoria era posible. Aun así, el colombiano nunca se dio por vencido, y el esfuerzo y la constancia acaban de dar sus frutos.

El fin de semana pasado Montoya volvió a hacer historia. Su equipo, Williams, no conseguía una victoria en el Mundial desde el Gran Premio de Malasia, en abril de 2002, y no ganaba en Mónaco desde 1983, cuando el finlandés Keke Rosberg se quedó con el triunfo para el equipo inglés. Además, el colombiano se convirtió en el segundo piloto de la historia en ganar tanto el Gran Premio de Mónaco como las 500 Millas de Indianápolis —que conquistó en 2000—, las cuales son consideradas, junto con las 24 Horas de Le Mans (en Francia), las competencias más importantes del automovilismo deportivo.

En resumen, valió la pena esperar hasta Mónaco para la segunda victoria. Las cosas salieron a la perfección; el carro estuvo en condiciones óptimas y el trabajo de 'pits' fue impecable. Es muy probable que veamos a Montoya en lo más alto del podio no sólo una sino varias veces en lo que queda de la temporada.

Aunque el dominio de Ferrari sigue en pie, el equipo de Michael Schumacher ya no es imbatible desde el punto de vista técnico. La próxima carrera será el próximo 15 de junio en Montreal (Canadá), y se trata de un circuito que debería favorecer a los carros de Williams. Y antes de esta competencia Montoya regresará en la pista de Indianápolis, donde cambiará carros con el piloto de NASCAR Jeff Gordon para una demostración. Será la primera vez que el colombiano maneje uno de estos pesados bólidos.

El domingo pasado Montoya dejó claro que sigue teniendo muchos triunfos para entregarle a Colombia, y lo hizo en un escenario tan legendario que será difícil que a alguien le queden dudas. Ahora con seguridad no tendremos que esperar tanto para que este bogotano vuelva a entregarnos una alegría como la de Mónaco. De todas formas Juan Pablo Montoya no tiene que ganar una carrera para poner en alto el nombre de Colombia y para llenarnos de orgullo a todos sus seguidores. Él ya es uno de los héroes que ponen su granito de arena por nuestro país estén donde estén y hagan lo que hagan.

 
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