Después de atravesar el primer sector
del circuito, el carro azul y blanco del
piloto colombiano entró al famoso
túnel con el McLaren de Raikkonen
pegado al alerón trasero de su carro.
Salieron del túnel y ahí estaba
de nuevo el paisaje de los yates. Sólo
faltaban unas pocas curvas para llegar a
la meta.
Finalmente llegaron de nuevo a Rascasse
la última curva del trazado.
Y entonces pudimos dejar de sudar los colombianos:
Montoya cruzó la meta y vio la bandera
a cuadros en primer lugar. El colombiano
agitó el puño dentro de su
carro, y al regresar a la recta principal
se bajó del carro a abrazar a los
miembros de su equipo y a su esposa. Poco
después se encontraba en el escalón
más alto del podio, recibiendo el
trofeo de manos del Príncipe Alberto
de Mónaco, escuchando el Himno Nacional
de Colombia y celebrando con champaña
su victoria.
Hacía más de un año
y medio que no veíamos a Montoya
celebrando un triunfo en la Fórmula
1. La victoria en el autódromo de
Monza, con ocasión del Gran Premio
de Italia, el 16 de septiembre de 2001,
fue el primer triunfo del colombiano en
la máxima categoría del automovilismo
deportivo, y hasta el pasado domingo había
sido el único.
Montoya ya había estado cerca de
alcanzar su segunda victoria en varias ocasiones,
pero siempre se le escapó por una
u otra razón. En Colombia algunos
ya decían que al joven piloto ya
se le había "acabado su cuarto
de hora" y, como siempre, siguieron
tildándolo de prepotente y criticándole
su costumbre de decir antes de cada carrera
que la victoria era posible. Aun así,
el colombiano nunca se dio por vencido,
y el esfuerzo y la constancia acaban de
dar sus frutos.
El fin de semana pasado Montoya volvió
a hacer historia. Su equipo, Williams, no
conseguía una victoria en el Mundial
desde el Gran Premio de Malasia, en abril
de 2002, y no ganaba en Mónaco desde
1983, cuando el finlandés Keke Rosberg
se quedó con el triunfo para el equipo
inglés. Además, el colombiano
se convirtió en el segundo piloto
de la historia en ganar tanto el Gran Premio
de Mónaco como las 500 Millas de
Indianápolis que conquistó
en 2000, las cuales son consideradas,
junto con las 24 Horas de Le Mans (en Francia),
las competencias más importantes
del automovilismo deportivo.
En resumen, valió la pena esperar
hasta Mónaco para la segunda victoria.
Las cosas salieron a la perfección;
el carro estuvo en condiciones óptimas
y el trabajo de 'pits' fue impecable. Es
muy probable que veamos a Montoya en lo
más alto del podio no sólo
una sino varias veces en lo que queda de
la temporada.
Aunque el dominio de Ferrari sigue en pie,
el equipo de Michael Schumacher ya no es
imbatible desde el punto de vista técnico.
La próxima carrera será el
próximo 15 de junio en Montreal (Canadá),
y se trata de un circuito que debería
favorecer a los carros de Williams. Y antes
de esta competencia Montoya regresará
en la pista de Indianápolis, donde
cambiará carros con el piloto de
NASCAR Jeff Gordon para una demostración.
Será la primera vez que el colombiano
maneje uno de estos pesados bólidos.
El domingo pasado Montoya dejó claro
que sigue teniendo muchos triunfos para
entregarle a Colombia, y lo hizo en un escenario
tan legendario que será difícil
que a alguien le queden dudas. Ahora con
seguridad no tendremos que esperar tanto
para que este bogotano vuelva a entregarnos
una alegría como la de Mónaco.
De todas formas Juan Pablo Montoya no tiene
que ganar una carrera para poner en alto
el nombre de Colombia y para llenarnos de
orgullo a todos sus seguidores. Él
ya es uno de los héroes que ponen
su granito de arena por nuestro país
estén donde estén y hagan
lo que hagan.
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