Son muchos los padres que han descuidado la
atención y la educación de sus
hijos por dar prioridad al trabajo y la diversión.
Y quizás los maestros instruyen más
y mejor pero forman y educan menos y peor.
La mala nutrición y la mediocre
educación están llevando a
los niños por el camino de la incompetencia
y al país por la vía del atraso
y la postración.
Los gobernantes, empeñados en sacar
adelante sus carreras políticas,
prefieren dar énfasis a los programas
que producen titulares en los medios y generan
gran impacto en la opinión pública,
y relegar los proyectos de protección
y promoción de la población
infantil a lugares secundarios. En muchos
casos toman los cargos que tienen injerencia
sobre el futuro de los niños como
simples peldaños en la escalera del
poder, y dan a su gestión el manejo
que mejor proyecte su imagen, aunque no
se produzcan resultados concretos a favor
de la niñez.
Los medios de comunicación bombardean
diariamente sus pequeñas y desprevenidas
mentes con un amplio surtido de antivalores
e imágenes violentas.
Los grupos armados, cuya cobardía
parece no tener límites, atacan sistemáticamente
a la población infantil, tanto en
las tomas a pueblos y veredas, en los cuales
los niños son las víctimas
más inocentes, como en el reclutamiento
de menores de edad para engrosar las cuadrillas
de bandoleros. Los sacan de sus parcelas
y salones de clase para hacerlos empuñar
las armas, y para obligarlos a marchar en
primera fila hacia una muerte segura en
los enfrentamientos con la Fuerza Pública.
En su desesperada oleada terrorista, los
guerrilleros han acabado con las vidas de
muchos niños inocentes mientras disfrutaban
de las atracciones de clubes y centros comerciales,
o mientras descansaban en sus casas en compañía
de sus familias.
Para completar este desolador panorama,
ha aumentado el número de secuestros
de niños cada vez más pequeños,
como prueba irrefutable del nivel de degradación
que ha alcanzado la violencia en Colombia.
Según las cifras de la Fundación
País Libre, entre enero y febrero
del presente año han sido secuestrados
41 menores de edad. Éste es el peor
capítulo de la triste novela de la
vergüenza nacional.
Es indispensable e inaplazable fortalecer
al Estado para dotarlo de los recursos para
rescatar a los niños del abandono,
las armas para recuperarlos de las filas
de los grupos armados ilegales y de las
garras de los secuestradores, y las leyes
para castigar ejemplar y definitivamente
a todos aquellos que los maltratan.
Los adultos de Colombia no podemos esperar
más para convertirnos en esos hermanos
mayores que todos los niños buscan
para que los defiendan de quienes abusan
de ellos, y para exigir a quienes se meten
con ellos que los dejen en paz y se enfrenten
a nosotros; que no sean cobardes y busquen
a los de su tamaño.
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