niños de su maestra, quien valientemente
había escogido ser docente en esa
zona de conflicto como medio de subsistencia
para ella y su pequeña hija de nueve
años. Y a pesar de no tener un contrato
a término indefinido se había
dedicado a estudiar para ser una buena educadora.
La estremecedora evidencia de que un frente
del ELN sea capaz de llegar al extremo de
pretender convertir en asesino a un padre
para obtener la liberación de su
hija refleja claramente el nivel de degradación
al que han llegado los grupos terroristas
en Colombia, y la absoluta pérdida
del sentido político de su lucha
armada.
La torpe escritura y la pésima ortografía
del mensaje que contenía la cruel
exigencia al padre de la maestra demuestran
la ignorancia de los verdugos y la carencia
de principios y valores con que los grupos
guerrilleros adelantan su campaña
de exterminio de la población civil,
contra la cual hacen demostraciones de fuerza
que no son más que pruebas de cobardía
y debilidad.
Con el asesinato de Ana Cecilia Duque quedó
una vez más al descubierto la falta
de coherencia de la guerrilla colombiana.
Pocas horas antes de confirmarse su muerte,
alias "Francisco Galán"
y "Felipe Torres", voceros del
ELN recluidos en la cárcel de máxima
seguridad de Itagüí, habían
emitido un comunicado en que aseguraban
que a la maestra le iban a respetar la vida.
Esto es una prueba de que las actuaciones
y declaraciones de los voceros del ELN no
merecen credibilidad, pues no reflejan las
verdaderas intenciones de ese grupo armado
y no tienen ninguna influencia sobre las
decisiones que finalmente toman los comandantes
de sus frentes.
Lamentablemente, hasta el momento sólo
hemos leído y escuchado las manifestaciones
de protesta de los funcionarios del Estado,
los editorialistas y algunos dirigentes
políticos y sindicales, pero no hemos
observado las reacciones de los miembros
de la comunidad internacional, las ONG's
y los defensores de los Derechos Humanos,
que deberían ser airadas, dada la
atrocidad de este crimen y la flagrante
violación del Derecho Internacional
Humanitario que representa.
Estos últimos, con su silencio cómplice,
continúan brindando espacio de maniobra
a los grupos terroristas colombianos, para
que sigan adelante con sus actividades criminales,
destruyendo la riqueza natural de nuestro
país y diezmando a la población
inerme, en una agresión armada que
traspasa todos los límites de la
crueldad y la cobardía.
No quieren entender que, si no se les detiene
ahora, en Colombia se escribirán
día tras día nuevos capítulos
de la antología de la ignominia.
Así, esta absurda violencia que nos
ha tocado vivir jamás pasará
a la historia y de ella no se podrá
aprender ni siquiera en los libros, para
que las nuevas generaciones no repitan los
mismos errores.
Seguiremos asistiendo, no a las ferias
de los libros, la cultura y la paz, sino
a nuestra cotidiana feria de la crueldad
y la cobardía.
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