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Principal > Columnas > Inventario > Semana del 30 de junio al 6 de julio de 2003

Les llegó la hora a los violentos.

Por: Jaime Eduardo Prieto Osorio.


M.L.Ramírez/Uribe/ Comandantes de la Policía y la FAC

El pasado fin de semana lanzó el Gobierno su documento "Política de Defensa y Seguridad Democrática", que presenta de manera estructurada el programa del presidente Uribe para atacar, debilitar y derrotar a los grupos armados al margen de la ley.

El contenido de este manual responde a lo ofrecido por Uribe a los colombianos en el plan de gobierno que fue respaldado por la mayoría de los votantes en las elecciones que lo llevaron al poder. Su propósito es conseguir que en un plazo máximo de dos años, entre finales de 2004 y el primer semestre de 2005, los grupos subversivos hayan sido diezmados, acorralados y debilitados hasta el punto de obligarlos a buscar una salida negociada.


L o más novedoso de este documento es el cambio de enfoque en la estrategia diseñada para enfrentar a las organizaciones terroristas. A diferencia de lo que hicieron durante décadas las anteriores administraciones, este gobierno no tiene como objetivo único derrotar a los enemigos de la sociedad colombiana o negociar indefinidamente mientras ellos se fortalecen militarmente.

En el nuevo modelo lo primordial es la protección de la seguridad de los ciudadanos, y para alcanzar este fin las fuerzas del orden estarán sometidas a una mayor exigencia, pues el desempeño de sus comandantes será calificado con base en los logros alcanzados para disminuir los índices de asesinatos, secuestros, extorsiones, amenazas y desplazamientos en las zonas que les sean asignadas.

Esto representa un cambio fundamental para las estructuras jerárquicas de las Fuerzas Armadas, pues a partir de la puesta en marcha de la nueva política de defensa las normas y los procedimientos para el ascenso de oficiales y suboficiales no estarán basados en la antigüedad y la cantidad de antisociales capturados o dados de baja, sino en la efectividad de la inteligencia militar y de los operativos de prevención de los ataques contra la población civil por parte de los terroristas.

La doctrina de seguridad democrática está cargada de sentido común. Parte de la base de que el origen de la violencia no está en la pobreza ni en la desigualdad sino en la falta de presencia del Estado en todo el territorio nacional y de su debilidad para ejercer la autoridad que le confieren la constitución y las leyes.

Además, reconoce que la violencia es la causa principal de la inestabilidad económica del país y, consecuentemente, del desempleo y la pobreza, y no al revés, como se sostenía en el pasado, para explicar —y en muchos casos justificar— la existencia y las operaciones de los grupos insurgentes.

Este nuevo esquema de lucha antiterrorista asigna a todos los sectores de la sociedad sus propias cuotas de responsabilidad en la búsqueda del éxito, que no es otro que la protección de los ciudadanos, la deslegitimación de la lucha armada y el sometimiento de los subversivos. Deja claramente establecido que el deber de buscar, alcanzar y mantener la seguridad no es exclusivo de las Fuerzas Militares y la Policía sino de todos: las tres ramas del poder público, los ciudadanos colombianos y la comunidad internacional.

Busca una mayor coordinación de los esfuerzos combinados de las autoridades y la población civil, mediante la creación del Consejo de Seguridad y Defensa Nacional, en el cual el Presidente de la República coordinará con los ministerios y la Fuerza Pública la ejecución de la Política de Seguridad Democrática, y de la Junta de Inteligencia Conjunta, integrada por los directores de los organismos de inteligencia, cuya responsabilidad será producir los análisis necesarios para que el Presidente y el Ministerio de Defensa puedan tomar las decisiones adecuadas.

Será indispensable la unidad de propósito y criterio entre quienes conforman la clase dirigente del país, para que todos apoyen al Gobierno en este enorme esfuerzo y dirijan sus esfuerzos hacia un mismo lado. Y para esto es necesario evitar que la búsqueda del lucimiento personal y la defensa de intereses partidistas o particulares den al traste con esta lucha —que es de todos—.

De igual manera, los ciudadanos deberán poner en juego toda su capacidad de colaboración y sacrificio por el bien de Colombia: es inaplazable un cambio radical de actitud, para prevenir y denunciar los delitos y a sus autores, cumplir con las obligaciones tributarias, brindar empleo a los reinsertados y ayuda a los desplazados...

En fin, para colaborar con las autoridades en la búsqueda de la paz por el único camino que, después de rechazar las oportunidades que tuvieron, nos dejaron los terroristas a los ciudadanos de bien: el de la lucha frontal contra ellos, para defender lo que nos pertenece y nos quieren quitar: nuestro país.

 
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