y a los medios de comunicación.
A instancias de estos últimos, tanto
el general como la ministra se excedieron
en sus comentarios y olvidaron el sabio
refrán popular que enseña
que "la ropa sucia se lava en casa".
Dejaron de lado la prudencia que debe acompañar
a los altos funcionarios y cayeron como
novatos en el juego de los medios, que han
adquirido la habilidad de producir las noticias
en lugar de limitarse a cubrir los hechos.
A la imprudencia del general Velasco, quien
ventiló sus opiniones sobre este
asunto ante los medios de comunicación
sin medir los efectos políticos y
diplomáticos de sus declaraciones,
le siguió la airada reacción
de la ministra por el mismo inconveniente
conducto.
Con estas actitudes están dando
la razón a los periodistas que desde
hace varias semanas han hablado de un creciente
malestar en algunos sectores de las Fuerzas
Armadas por el estilo de mando de la ministra
y las decisiones administrativas que ha
tomado.
En lugar de salir al paso de estos rumores
y transmitirle al país la merecida
tranquilidad de contar con unidad de criterio
y mando entre la fuerza pública y
el gobierno, algunos militares de alto rango
se han dedicado a alimentar especulaciones
de todo tipo.
Se habla insistentemente de la inconformidad
en el estamento militar por el hecho de
tener una ministra mujer, por la propuesta
de ésta de abrir la posibilidad de
que las mujeres hagan la carrera militar
completa hasta llegar a ser generales, por
la centralización de la gestión
administrativa de todas las fuerzas, por
la creación de las zonas de rehabilitación
y por el programa de soldados campesinos.
Ninguna de estas razones justifica la filtración
de información confidencial hacia
los medios ni un enfrentamiento público
de esta magnitud, y las actitudes de estos
militares contradicen los principios de
gallardía y caballerosidad que deben
regir su comportamiento.
Las opiniones del general Velasco fueron
contradictorias, si se tiene en cuenta que
antes de aceptar el ofrecimiento del gobierno
español el ministerio le consultó
acerca de la conveniencia de recibir las
aeronaves y él dio su visto bueno
a los Mirage en lugar de los Phantom, que
eran la otra opción disponible. Además
fueron precipitadas, porque no tuvo en cuenta
el compromiso adquirido por las autoridades
españolas de entregar los aviones
en perfectas condiciones de funcionamiento,
ni esperó un informe sobre el estado
de los aparatos y un análisis de
los costos de alistamiento y mantenimiento.
De cualquier manera, el costo de mantenimiento
de estas aeronaves sería muy inferior
al que tendría adquirir aviones de
combate nuevos, como es el deseo del alto
mando de la FAC. Los Mirage han demostrado
su calidad, confiabilidad y durabilidad,
y gracias a la tecnología utilizada
para su actualización son considerados
aviones de alta precisión en misiones
aire-tierra, para las cuales estarían
destinados en la lucha contra los grupos
subversivos.
Aunque la respuesta de la ministra al general
Velasco fue desafortunada más
por el medio utilizado que por el contenido,
sin duda tuvo razón al afirmar que
el Estado colombiano debe moverse con eficiencia
entre lo que es conveniente y lo que es
posible. En términos de disponibilidad
de recursos económicos, la donación
de estos aviones debería ser una
buena noticia para Colombia y se ha convertido
en un motivo más de polarización
que debe tener a los comandantes de las
FARC, el ELN y las AUC con una amplia sonrisa
de satisfacción.
Tanto los militares como los altos funcionarios
del gobierno colombiano deben tener claridad
absoluta sobre lo que está en juego
en estos momentos: la seguridad nacional,
así como la vida, la honra y los
bienes de los ciudadanos, constantemente
amenazados por los grupos terroristas. Y
son estos los verdaderos enemigos a quienes
deben dedicarse a combatir.
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