La confrontación de opiniones ha
puesto a prueba la cuestionada integridad
moral de la sociedad colombiana. Y la verdad
es que de este episodio la ética
y la moral públicas están
saliendo duramente vapuleadas.
Lo que hubiera podido ser una gran victoria
en la lucha de las autoridades contra las
finanzas de las FARC, se convirtió,
por obra y gracia de una censurable actuación
de quienes deben acatar y defender la ley
y el orden, en un duro golpe para la fuerza
pública. En un conflicto armado de
carácter económico, más
que político, el Estado colombiano
no se puede permitir estas demostraciones
de debilidad moral en sus fuerzas armadas.
La actitud asumida por los miembros de
estas unidades del ejército, al apoderarse
del dinero encontrado, ha dejado en evidencia
sus flaquezas éticas, pero en especial
las de sus comandantes, quienes han recibido
una formación suficiente sobre el
manejo que deben dar a las armas y prendas
de uso privativo de las fuerzas militares,
así como a las sumas de dinero incautadas
y recuperadas de las manos de los grupos
al margen de la ley.
No se requería ser un brillante
intelectual o un experimentado analista
para conocer con claridad la procedencia
de esos dineros y el carácter de
quienes los habían escondido en la
selva. Sin duda se trataba de una caleta
de las FARC, las autodefensas o los narcotraficantes,
y lo más probable es que fuera del
grupo terrorista, debido a la cercanía
de uno de sus campamentos y al control casi
absoluto que tuvieron sobre esa región
desde el primer año de gobierno de
Andrés Pastrana.
Si la caleta era de las FARC, el dinero
provenía de los pagos recibidos por
esta banda armada por concepto de secuestros,
extorsiones y tráfico de estupefacientes,
que son las actividades principales a las
que se dedica. Si era de las autodefensas
o de grupos de narcotraficantes -opciones
menos probables-, su origen era igualmente
ilegal.
Por esta razón debían ser
declarados y entregados a la Nación,
como lo establece la ley, y como lo indican
elementales principios éticos. Para
justificar la apropiación de los
dineros por parte de los soldados se han
esgrimido argumentos legales tan livianos
que rayan en la leguleyada: que los billetes
eran bienes vacantes o sin dueño,
y que por lo tanto los soldados hallaron
algo así como un tesoro enterrado,
o que simplemente cometieron una infracción
por apoderarse de dineros que nadie había
declarado previamente...
Los medios de comunicación, haciendo
uso de uno de sus más socorridos
métodos de generación de audiencia,
han realizado sondeos de opinión
para medir, supuestamente, la aprobación
o desaprobación de los colombianos
a la actuación de los militares.
Como si la ley, la ética y la moral
fueran cuestiones de volubles mayorías.
Entre las opiniones expresadas por muchos
ciudadanos se encuentran preocupantes justificaciones
a éste y otros actos de apropiación
de bienes ajenos.
Se ha dicho que los soldados tenían
derecho a apoderarse del botín de
las FARC por ser pobres y estar poniendo
en juego sus vidas en defensa del país.
De ser válida esta consideración,
todos los colombianos de bajos recursos
que cumplen con sus deberes estarían
autorizados tácitamente para apoderarse
de lo que no les pertenece y hacer uso arbitrario
de ello.
También hemos escuchado que no es
justo cuestionar la actuación de
los militares cuando al país se lo
roban constantemente los corruptos de cuello
blanco. En este orden de ideas, todos los
funcionarios públicos podrían
dedicarse a saquear los dineros del Estado
sin merecer siquiera una amonestación.
Lo más preocupante es la ligereza
y la superficialidad con que se emiten estos
conceptos, sin pensar en el bien común
y el futuro que le espera al país
si prosperan y se imponen los principios
y los valores de la moral elástica
y la ética desechable.
Aunque estas demostraciones de inmoralidad
y falta de valores no deberían sorprender
en un país en que la mayoría
de la población se ha dedicado durante
los últimos años a aparentar
lo que no es y ha venido desperdiciando
la única oportunidad de ser lo que
es, quienes aparecemos como minorías
en las encuestas y los sondeos de opinión
debemos continuar nuestra lucha por restaurar
la moral de la Nación.
Preocupa, eso sí, que estemos rodeados
de tantos ladrones a la espera de una ocasión
para revelar su verdadera condición.
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