Esto, sumado a la falta de orden y eficiencia
de los gobiernos nacional y departamental,
ha sumido a los pobladores en una crisis
tan profunda como la que dejó el
sangriento ataque.
Los actos de violencia persisten en la
región y la población parece
resignada a vivir en medio del conflicto
armado, y a soportar los saqueos de víveres
a que la someten los bandidos. Conscientes
de esto, y como medida de prevención
ante los desplazamientos que continuarán
ocurriendo, las comunidades están
construyendo los Centros Interétnicos
Humanitarios, que albergarán a los
desplazados en condiciones más dignas
que las que debieron soportar después
de la destrucción de su poblado.
Aunque desde el principio los testimonios
de los pobladores de Bojayá que sobrevivieron
al ataque señalaron a las FARC como
autoras de la masacre, las investigaciones
llevadas a cabo por la Fiscalía General
de la Nación durante este año
arrojan claras evidencias de que la orden
de destruir el templo fue emitida directamente
desde el "secretariado" de esa
agrupación, una especie de sanedrín
tenebroso que toma decisiones tan macabras
como cuáles pueblos serán
destruidos y quiénes serán
asesinados o secuestrados. De esta manera
el autodenominado "Ejército
del Pueblo" diseña y ejecuta
su estrategia de guerra, para seguir sumiendo
en la miseria a las regiones más
marginadas del país.
Después de semejante demostración
de irrespeto por la vida humana, por las
creencias de la gente y por sus deseos de
paz, todos los colombianos quedamos advertidos
de los niveles de atrocidad que esa organización
terrorista, una de las más numerosas
y violentas del mundo, era capaz de alcanzar.
Lo que no imaginábamos era que durante
las cincuenta y dos semanas siguientes íbamos
a ser testigos de una competencia entre
los diversos frentes por superar los records
mundiales de la crueldad y la sevicia.
Durante este año se han ensañado
con el país. En su afán de
evitar que el Estado les desbarate sus oscuros
negocios disfrazados de lucha revolucionaria
narcotráfico, secuestros y
extorsiones, han cometido varios de
los crímenes más salvajes
y cobardes registrados en la historia del
mundo.
Han seguido cometiendo secuestros, extorsiones
y amenazas a lo largo y ancho del territorio
nacional, al grado de ganarse la calificación
de José Miguel Vivanco, Director
Ejecutivo de la Sección Americana
de Human Rights Watch, como "campeones
mundiales" en esas actividades violatorias
del Derecho Internacional Humanitario.
Para demostrar un poder destructivo inversamente
proporcional a su fuerza política,
las FARC han utilizado carros bomba contra
centros comerciales, clubes sociales, sedes
de entidades gubernamentales y unidades
del ejército y la policía.
Después de varios años de
estar utilizando los cilindros bomba, inventaron
los balones bomba, las bicicletas bomba,
los animales bomba y, en el colmo de su
creatividad asesina, los cadáveres
bomba y los niños bomba.
Son los principales responsables de la
mayoría de las muertes violentas
que ocurren en Colombia, de la falta de
inversión en la economía nacional
y de los altos índices de desempleo
actuales.
Y para acabar de completar este deshonroso
prontuario, un grupo de integrantes de ese
grupo terrorista asesinó a sangre
fría en la vereda La Encarnación
del municipio de Urrao al gobernador de
Antioquia, Guillermo Gaviria, al ex ministro
de Defensa y consejero de paz de ese departamento,
Gilberto Echeverri, y a ocho miembros de
las Fuerzas Militares, cuando se dieron
cuenta de la presencia de la fuerza pública
en los alrededores del campamento donde
los tenían vilmente secuestrados.
La actitud de la cuadrilla de las FARC
que acabó con la vida de sus indefensos
rehenes, cumpliendo órdenes del comandante
apodado "El paisa", contrasta
con los métodos que los miembros
del ejército tenían planeado
utilizar para obtener la liberación
de los secuestrados y la rendición
de los guerrilleros.
En un acto de despreciable cobardía,
les dispararon ráfagas de fusil y
los remataron con mal llamados "tiros
de gracia", para huir inmediatamente
hacia el interior de la selva. Cuando los
militares llegaron al campamento sólo
encontraron nueve cadáveres, tres
suboficiales heridos uno de los cuales
falleció posteriormente, y
uno ileso. En medio de la tragedia que representa
el asesinato de estos valientes colombianos,
la supervivencia de tres de los secuestrados
es un saldo positivo, dada la clara intención
de las FARC de ejecutarlos a todos. Y así
quedó quien nos contara la verdad
de los hechos.
No resulta difícil suponer que la
orden de asesinar a todos los secuestrados
en ese campamento refleja la decisión
de ese grupo terrorista de eliminar a todos
los secuestrados, especialmente quienes
podrían ser utilizados para presionar
un canje, como son los dirigentes políticos,
los policías y los soldados.
Esto ha puesto a esos colombianos indefensos
en una situación de muerte virtual;
están muertos en vida, como se ha
dicho muchas veces durante los últimos
meses, dado el trato inhumano al que están
siendo sometidos y la constante amenaza
de muerte que se cierne sobre ellos.
Con esta estrategia, las FARC tienen como
rehén a todo el país, y la
única forma de contrarrestarla es
perseguir a todos sus integrantes, acorralarlos,
capturarlos o darlos de baja, para debilitar
a esa organización y forzarla a buscar
una solución negociada al conflicto,
que no incluya la postración y la
claudicación del Estado y la Nación.
Y esa solución sólo debe buscarse
luego del cese de los secuestros, las extorsiones
y los actos terroristas.
Suficiente daño han causado las
FARC a Colombia y a los buenos colombianos,
como para seguir entregándoles el
territorio que queremos y sobre el cual
trabajamos honesta y dignamente; un país
maravilloso que ha sufrido demasiado por
culpa de las acciones siniestras de los
peores criminales de su historia, y en el
cual tienen derecho a vivir en paz nuestros
hijos y todas las generaciones venideras.
Sólo así estaremos a la altura
del sacrificio de Guillermo Gaviria y Gilberto
Echeverri, quienes practicaron y pregonaron
la no violencia, y de los soldados que perdieron
sus vidas en defensa de todos los colombianos.
Sólo así honraremos con justicia
su memoria.
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